viernes, 20 de abril de 2012

Obsolescencia programada

La bombilla fue el primer ejemplo de la obsolescencia programada. Tras que Edison pusiera en venta la primera bombilla en 1881, con una duración de 1.500 horas, en 1924 el Cártel Phoebus crea una bombilla con duración de 2.500 horas. Cártel que en 1925 crea en secreto el "Comité de las 1.000 horas de vida" para reducir técnicamente la vida útil de las bombillas al ver una pérdida de beneficios si se vendían menos bombillas.

Phoebus controlaba  rigurosamente la fabricación para asegurarse de que los miembros cumplían con la norma de no ofrecer una vida útil a las bombillas superior a 1.000 horas. Si los fabricantes miembros no lo hacían se le multaba severamente. En los años 40 Phoebus consigue finalmente que las bombillas tengan una vida útil de 1.000 horas y durante esos años se van patentando bombillas de más larga duración, patentándose incluso una de hasta 100.000 horas, pero ninguna se comercializó.

Bombilla de más de 100 años (EE.UU)

La obsolescencia programada empezó a tener más sentido con la Revolución Insdustrial ya que se consigue producir grandes cantidades de producto, de una forma mucho más barata. Durante la Gran Depresión de los años 30, Bernard London convencido de que la obsolescencia programada podría poner fin al gran desempleo, estimulando la economía  a través del proceso, consumo-producción-empleo, empieza a hacer eco de esta idea. Pero nadie le hace caso.

Es de nuevo ya en los años 50 cuando vuelve a surgir la idea pero no como una forma de obligar al consumidor a comprar como proponía Bernard London, si no como una forma de convencer al consumidor de la necesidad de tener "algo más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario" según Brooks Stevens. Idea que consigue convencer a los empresarios y que empieza a dar un gran impulso a la sociedad consumista tal y como la conocemos.

La obsolescencia programada es llamada ahora vida útil y los diseñadores la tienen muy en cuenta a la hora de diseñar el producto según las preferencias de la empresa que lo va a comercializar. Y es desde la expansión de esta idea desde cuando la economía ha crecido y crecido. Según los críticos de la sociedad del crecimiento, hemos estado creciendo no para satisfacer las necesidades, si no para comprar por comprar, pidiendo más y más créditos para comprar.

Y esto no es sostenible ya que el crecimiento ilimitado tiene como limite unos recursos limitados. Otros ejemplos de la obsolescencia programada, son las medias de mujer o las impresoras actuales. En cuanto a las medias, unos ingenieros químicos consiguieron crear unas medias de nylon prácticamente irrompibles que luego tuvieron que modificar para convertirlas en unas más débiles para garantizar las ventas. Mientras que las impresoras llevan instalado un chip que delimita la vida útil de las mismas, por ejemplo 18.000 páginas.


Ghana está sufriendo en la actualidad las consecuencias de esta sociedad del consumo, convirtiéndose en el vertedero del mundo. Dónde las empresas mandan sus desechos, diciendo que son productos de segunda mano porque claramente está prohibido convertir al tercer mundo en un vertedero legalmente. Esto es lo que pasa en Ghana cuando cambias de móvil, de ordenador, de nevera,...


Creo que hemos llegado demasiado tarde, y que demás aún queda mucho para que realmente nos convenzamos de la realidad de nuestra (avanzada) sociedad. Deben imponerse penas más duras y debe haber un mayor control sobre las empresas, para asegurarnos de que cumplen con sus obligaciones ambientales y claramente, por tanto, sociales.



Recomiendo ver el documental de RTVE "Comprar, tirar, comprar"

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